Antes de ponernos a analizar las TICS en la educación, debemos conocer bien
de que se trata, que riesgos y que beneficios pueden llegar a tener en este
campo y porque las tenemos que tener en consideración.
Sobre todo me interesa indagar en un tema muy concreto que tiene su origen
en las TICS y en como las nuevas generaciones las integran en su vida, con
ayuda siempre de sus contextos y situaciones, pero la forma en la que la
integración desde tan corta edad, tiene una repercusión en la dependencia, el ejemplo
más claro y cotidiano que podemos encontrar es el teléfono móvil. Si analizamos
el teléfono móvil, o “Smartphone” más concretamente, nos encontramos con un
dispositivo que nos permite realizar distintas funciones en las que cabe
detenerse: comunicación inmediata, fácil, rápida y sin consecuencias en el
“cara a cara”; acceso inmediato a la información a nivel global y cámara de
foto y video.
En primer lugar y quizás más importante de todos encontramos la
comunicación, herramientas de la magnitud de WhatsApp, Instagram o Facebook,
son ejemplos de redes sociales que pueden salirse del control del propio
usuario, y son herramientas utilizadas por adolescentes que políticamente
tienen su acceso restringido por la edad.
Entonces tenemos una herramienta capaz de comunicar de manera eficaz y
rápida, mensajes de texto, voz, fotos y videos, pero, ¿qué pasa si el adolescente
siente la necesidad de ver en el
momento, cada mensaje entrante? ¿Y si la cantidad de mensajes instantáneos
diarios se cifra en torno a 2000-4000 para chavales de 12 a 14 años? ¿qué pasa
si al eliminar esta fuente de comunicación el adolescente sufre ansiedad?
Lo cierto es que la dependencia del teléfono en estas edades se da por
diversas razones, la primera es la edad a la que los adolescentes adquieren su
primer teléfono móvil, siendo esta un círculo vicioso entre padres e hijos, ya
que la principal causa por la que los padres deciden comprar el primer
Smartphone suele ser la de tener localizado y saber dónde están sus hijos, pero
se da que en el caso de que el adolescente no quiera que sus padres sepan dónde
está, apagan el móvil, dando lugar a la paradoja. Es por ello que una buena
solución sería la de retrasar la compra del primer teléfono, y educar en no
sucumbir a la presión social del grupo por “ser el último que no tiene móvil”.
Al hablar de patología, buscamos una base científica en la neurociencia y
encontramos que Pedro Bermejo explica en un estudio de 2016 sobre la adicción
al Smartphone:
“El problema está en dónde poner el límite, El uso de
redes sociales, por ejemplo, libera neurotransmisores asociados con el placer
cerebral, como la dopamina, el problema es que el cerebro se acostumbra a
esa sensación de bienestar y pone en marcha de nuevo el circuito para repetir la acción y obtener el mismo placer."
Pero
no hay que irse a estudios de grandes científicos para obtener sorprendentes
respuestas. Hablando sobre mi experiencia, he podido dirigir de forma activa
una sesión de “Educar para Ser” en un aula de 3º de la ESO, y abrir un debate
acerca de los límites de las redes sociales y los Smartphones como poderosas
armas para la comunicación, y cuál ha sido mi sorpresa al escuchar que los
alumnos son conscientes del uso abusivo que hacen del teléfono, y que su
intención es seguir con tal uso, no solo eso sino que más de un alumno, llegó a
admitir que tener constantemente mensajes en el teléfono le creaba una
sensación de “seguridad”. Es aquí cuando entra un círculo vicioso de falsa
seguridad cuando tiene el teléfono entre sus manos y como la falta de él
provoca la ansiedad.
Una
de las claves en la falta de atención hacia esta problema es sin duda la
empatía generacional. Seguramente la gran mayoría de lectores provenimos de una
generación que ha crecido a la par que los teléfonos móviles han evolucionado,
desde teléfonos cuya única finalidad es llamar, pasando por el sms,
blackberrys, teléfonos con acceso a internet, Whatsapp y finalmente las redes
sociales, que han cambiado radicalmente la forma de relacionarse.
No
obstante el ejercicio es pensar que lo que nosotros hemos ido descubriendo
conforme se creaba, a las nuevas generaciones les viene dado por completo, y es
un arma de doble filo, que potencia la comunicación 2.0 a la par que reduce las
relaciones personales. La pregunta es, ¿Cómo tratar esta “nueva enfermedad”? La
respuesta, la educación.
Recopilamos así una
serie de pautas para enseñar a usar el teléfono móvil a los niños:
La edad adecuada para que los niños tengan su primer móvil es a partir de los 14-15 años. Los expertos aseguran que, a partir de esta edad, los niños ya son capaces de utilizarlo de forma más sensata y con mayor madurez. Por lo general: se han adaptado al instituto, tienen un grupo de amigos más definido y un entorno establecido.
Antes de comprar un móvil, a tu hijo por ejemplo, piensa si lo requiere a todas horas o sólo en algunas ocasiones. Haz una lista de esas situaciones en las que sí sería conveniente que el niño dispusiera del smartphone. No es mala idea, consensuar esta lista con el propio niño.
Elige el tipo de teléfono para cubrir esas necesidades. Si es
para comunicarnos con él en ciertos momentos -por ejemplo, cuando se va de
excursión-, quizá baste con un modelo básico, que se usa los días en que se precise.
Es importante fomentar el binomio responsabilidad-privilegio. En este sentido, el gasto del móvil lo debe sufragar el niño, o el Smartphone se usará mientras se haga buen uso de él, si se usa inadecuadamente será confiscado durante cierto tiempo.
El móvil debe usarse en momentos concretos, cuando realmente sea imprescindible. El aparato debe ser adecuado a la edad y las necesidades de uso.
Establece normas para educar su uso. Los niños son nativos digitales, pero
a medida que crecen, estas normas van cambiando, pues ellos van
adquiriendo independencia y libertad en su actuar.
Gracias por tu post. Me ha gustado mucho
ResponderEliminarOtra paradoja: Un niño de 10 años seguramente haya visto en clase un proyector, un ordenador con internet, incluso en ciertos colegios es posible que use una tablet diariamente. Sin embargo queremos que no dependa del móvil.
Vivimos en un mundo en elque la tecnología es una parte fundamental. Es cierto que hay un salto generacional entre los millenials y los llamados nativos digitales, pero no podemos pretender educar dejando a un lado la tecnología.
La opción de retrasar la compra del móvil es buena, sin embargo, creo que es necesario hacer más incapié en la educación en la responsabilidad del uso de la tecnología. Es decir, si vamos a clavar un clavo, necesitamos un martillo, si queremos estar conectados, necesitamos un móvil. Al igual que a un niño se le regalan herramientas de plástico para que aprendan a usarlas, debemos enseñar a nustros hijos y educandos a usar el móvil. AL igual que no le daría un martillo de verdad a mi hijo de 3 años, tampoco le daría un móvil con todas las funcionalidades a un chaval de 10 años. El límite es complicado de poner, pero creo que el espíritu es NO PROHIBIR, SI ENSEÑAR. Gracias por tu post. Me ha gustado mucho
¡Gracias por el post Joaquín! En la línea de lo comentado por Luis, coincido en que un "exceso de tecnología porque sí" puede llegar a ser nocivo, un bombardeo de estímulos difícil de gestionar. Del mismo modo, una postura radical en contra de la tecnología se antoja absurda. Por lo tanto, es en esa educación digital donde hay que centrar los esfuerzos: la herramienta existe y entraña riesgos por lo potente que es; enseñemos a usarla correctamente, con criterio y con juicio.
EliminarOs dejo el link de la iniciativa de una amiga periodista que consiste en dar cursos en institutos sobre competencias digitales y alfabetización multimedia.
“Pasaporte Digital es un proyecto educativo dirigido por dos periodistas en activo que queremos aportar nuestra experiencia profesional a las aulas en temas de alfabetización multimedia y competencias digitales. Nuestro objetivo es fomentar un uso activo, crítico y responsable de Internet”.
http://pasdigital.net/es/
EliminarMuy interesante!
ResponderEliminarComo tú misma comentas, creo que los adolescentes son conscientes de su "enganche" a la tecnología: en mi experiencia como monitora en varios campamentos han sido los propios niños los que querían ponerse como objetivo reducir el uso de los móviles porque sentían que estaban "enganchados". Muchos hablaban de lo que tú comentas: se refugian (y nos refugiamos) en el móvil para tener seguridad, para evitar sentirnos incómodos en una situación de silencio o cuando pensamos que nos observan.. También es constante la sensación que tienen los adolescentes de que si no miran el teléfono se están perdiendo algo importante. Me parecen muy interesantes las pautas que propones, es muy importante cómo se introduce al niño a la tecnología.