jueves, 22 de febrero de 2018

(DES)MOTIVACIÓN Y EMOCIÓN EN ALUMNOS CON TDAH



¿Tienes un alumno en clase con TDAH? Entonces es posible que le hayas visto comportarse de una forma excesivamente intensa o, por el contrario, puede que excesivamente apática. Esta catalogación en personas diagnosticadas con este trastorno es bastante común pero, ¿sabes por qué ocurre esto?




En los niños que padecen TDAH existe un déficit en la regulación de la emociones, por tanto puede darse tanto un pico como el contrario, unas veces por exceso, una híper expresión emocional, y otras veces por defecto, un aplanamiento afectivo.


El procesamiento que las personas llevamos a cabo de la información es emocional, es la emoción la que indica el nivel de energía que impulsa, organiza, amplifica y atenúa nuestras conductas, por tanto, si tenemos un problema en el manejo de las emociones es fácil entender la dificultad que puede suponer para un alumno con TDAH prestar atención en innumerables ocasiones dentro del centro escolar.

Los alumnos con TDAH pueden mostrar comportamientos, como decimos, muy intensos, pueden mostrarse realmente insistentes cuando desean algo, eufóricos si están contentos, o tener conductas y reacciones explosivas si están enfadados, frustrados o sienten rabia, excesivamente tristes o sensibles cuando algo les apena, etc., pero también mostrarse apáticos o cerrados debido a bloqueos provocados por temor a algo desconocido o a pasar un mal trago. Esta mala gestión emocional conlleva además dificultad en la comunicación y todo ello sumado puede llegar a provocar trastornos afectivos como trastorno de ansiedad o estados depresivos.

En definitiva, la principal conclusión y problema que podemos sacar de todo esto, además de las implicaciones emocionalmente negativas  y las malas sensaciones que supone para el afectado, es que se crea un “ruido” superior a todo lo demás que impide que la persona pueda apreciar otro tipo de cosas, es decir, la emoción desbordada, en un sentido o en otro, va a ocupar demasiado espacio en la cabeza del niño, impidiendo que este focalizarse en otros intereses, por muy prioritarios que sean.





La puerta de acceso al aprendizaje es la emoción, es lo que mueve a las personas, es la emoción la que despierta el interés por el mundo que nos rodea, la curiosidad por lo desconocido, y en definitiva, la atención. Si fijamos nuestra atención sobre algo que nos interesa es porque nos proporciona una recompensa, un placer, o porque evita que padezcamos algo negativo. Si algo no te importa, si no es significativo para ti, por norma general no le prestas atención.

Trasladado esto al entorno del aula, entendemos que el esfuerzo atencional en el alumno con TDAH está relacionado directamente con el interés y la motivación que le proporciona una actividad, un contenido, un estímulo o incluso una persona.

Por lo tanto, ¿cuándo obtiene buenos resultados dentro del aula un alumno con TDAH? Cuando empatizan con su profesor, cuando existe un clima agradable, de comprensión, cuando el alumno siente que es comprendido y aceptado y además se le brinda un apoyo especial a sus necesidades y se refuerza y valora su trabajo y su esfuerzo. Estos alumnos, al encontrar además temáticas que sean de su interés llegan a mostrar un rendimiento muy alto, lo que demuestra que no son alumnos que “no pueden” y que “fracasan”, como desgraciadamente podemos ver a menudo en los colegios.

Los peores resultados en estos alumnos suelen observarse en asignaturas donde el profesor no estimula la emoción, donde solo existe una exposición de contenidos generalmente de manera monótona, donde no se realizan actividades o tareas que impliquen un trabajo propio y, sobre todo, que permita al niño tener un papel activo dentro de su proceso de aprendizaje. Todos o casi todos hemos pasado por la experiencia de alguna clase y algún profesor que utilizaba este tipo de metodologías y conocemos lo difíciles que pueden llegar a hacerse simplemente por presentarse así, de forma que es fácilmente comprensible lo arduo que puede suponer en el caso de un alumno con TDAH, a quien cualquier otro tipo de distracción le va a suponer un mundo comparado con una asignatura que tiene poco o ningún atractivo. Recordemos ese “ruido” que llena la cabeza del TDAH y que le impide poner su foco de atención en aquello que puede ser más prioritario. 



Como sabemos, la emociones condicionan nuestra conducta, a todos nos cuesta más sentarnos a estudiar para un examen si previamente hemos discutido con un amigo y estamos enfadados o tristes, o podemos no realizar algo nuevo por temor a lo que pueda pasar, a lo desconocido. Por ello es vital saber regular nuestras emociones. En el caso de los TDAH esta regulación “falla”, pero afortunadamente es posible entrenar esas autoinstrucciones que necesitamos para controlar y regular las emociones y podemos actuar y comportarnos como deseamos.

A continuación, y para finalizar, incluyo la “metáfora de conducir”, aportada por María del Mar Aller García, psicóloga clínica del centro CEPSICAP de León, e incluida en un resumen de su ponencia “Funcionamiento Ejecutivo y Autorregulación de las Emociones en el TDAH” de las III Jornadas ALENHI, publicado en la página web de la Fundación CADAH:

Metafora de conducir

El lenguaje interno y las autoinstrucciones son necesarios cuando queremos aprender a hacer una actividad novedosa. Por ejemplo cuando aprendemos a conducir, al principio necesitamos un profesor a nuestro lado que nos dirija, nos supervise y nos diga qué y cómo hacer, es decir, sería el lenguaje externo, instrucciones desde el exterior. A medida que vamos entrenando y practicando dejamos de necesitar que nos digan que hacer a cada momento y poco a poco vamos interiorizando los pasos a seguir, es decir, nos damos nosotros mismos las instrucciones de cómo actuar (lenguaje interno).
Es importante entrenar y enseñar a estos niños a que generen un lenguaje interno, para que ellos mismos aprendan a secuenciar los pasos necesarios ante una tarea, y al mismo tiempo ese lenguaje interno, refuerce y motive su conducta ("sólo es un paso más", "recuerda que tienes que seguir bien el órden", "que no se me olvide al final comprobar que lo he hecho bien", "si hago este pequeño esfuerzo más, conseguiré lo que quiero".)
Cuando hemos adquirido ese lenguaje interno, que refuerza y mantiene nuestras acciones, estás se van poco a poco automatizando con la práctica, hasta convertirse en HÁBITOS (alimentación, estudiar, recoger su cuarto, es forzarse, seguir las normas, etc.).





Webgrafía:

  • www.fundacioncadah.org

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