miércoles, 24 de enero de 2018

El fomento del aprendizaje cooperativo en Educación Secundaria. Buenas Prácticas.

La semana pasada comencé mis prácticas del Máster del Profesorado. El primer día, mi tutora me enseñó el centro, me informó sobre las clases, los horarios, la organización del profesorado, su metodología y, finalmente, estuve con ella en clase mientras impartía su asignatura en varios cursos. He de decir que me impresionó un poco la organización de los pupitres de los alumnos en un aula de 2º de la E.S.O.; en una clase de unos veinticinco estudiantes, estos estaban sentados en grupos de tres a cuatro, con las mesas y sillas giradas para que todos los componentes estuvieran frente a frente. Al preguntarle a mi tutora por ello, me explicó que en el centro estudiaban por aprendizaje cooperativo. Aunque había escuchado este nombre con anterioridad, nunca lo había visto en acción, por lo que resultó fascinante ver cómo se impartía una clase con este sistema.

El aprendizaje cooperativo es un método educativo por el cual los estudiantes trabajan, como se ha indicado, en grupo. Frente a un modelo de educación individualista, en el que cada alumno se centra en sus propios ejercicios, exámenes o incluso en atender en clase, el cooperativo plantea el trabajo en grupo como forma de mejorar el aprendizaje propio y el de los demás miembros del grupo. Por tanto, el objetivo de este método es doble; por un lado, aprenden los objetivos de cada tarea o actividad impartida y, por otro lado, se cuenta con la seguridad de que todos lo hacen.

Alumnas en un aula tradicional de Portugal durante los años 30
El modelo tradicional, individualista, fomenta, tal vez sin quererlo, la competitividad entre los estudiantes. Estos, especialmente en cursos superiores en los que la nota media juega un papel clave, desarrollan durante su etapa estudiantil la necesidad, a veces convertida en una obsesión, de ser mejores que el resto, de conseguir mejores calificaciones o de destacar más. El estudiante se centra únicamente en la realización de su tarea y en conseguir, siempre de manera individual, los resultados que necesita para la superación del curso o asignatura. El hecho de que consiga o no los objetivos, no influye en que sus compañeros los alcancen o no en algún momento. Este modelo consigue que los alumnos persigan su propio beneficio sin tener en cuenta a sus compañeros de clase, por lo que los estudiantes se convertirán en personas adultas más individualistas, independientes y competitivas, especialmente en el mundo laboral. Mientras que en el modelo competitivo el éxito del estudiante es totalmente independiente, en el modelo cooperativo el éxito del estudiante se consigue en todo momento a través del éxito de todo el grupo. En una situación en la que el aprendizaje cooperativo sea el empleado, los objetivos se lograrán únicamente si cada miembro del grupo consigue los suyos; todo miembro del equipo es necesario, ya que cada uno aporta su granito de arena; el conocimiento y el trabajo de todos los que forman el grupo es imprescindible. 

En algunas ocasiones, el aprendizaje cooperativo se emplea como sinónimo de aprendizaje colaborativo. No obstante, muchos autores indican la existencia de características que diferencian a ambos. Entre estos autores, Zañartu establece que la diferencia básica reside en que el aprendizaje cooperativo necesita de muchísima planificación por parte del docente, mientras que el colaborativo, por el contrario, permite mucha más autonomía del grupo, sin necesidad de una estructuración tan exhausta por parte del profesor. Otro autor, Panitz, afirma que en el aprendizaje colaborativo, los estudiantes son dueños de sus interacciones y mantienen el control sobre todas las decisiones que tomen durante el aprendizaje, mientras que en el aprendizaje cooperativo, el docente diseña los grupos, establece las estructuras y es un guía en las actividades y en las interacciones de los alumnos, así como en los resultados que han de obtener.

En el centro en el que realizo las prácticas, el tutor de cada curso organiza a los estudiantes de cada clase en pequeños grupos, con un mínimo de 3 y un máximo de 5 alumnos. Esta organización grupal no es aleatoria, sino que el tutor analiza quiénes pueden servir de ayuda a otros compañeros antes de establecer los grupos, que a su vez contribuirán al aprendizaje de los primeros; así, se ayudan unos a otros, proporcionando sus puntos fuertes y mejorando sus puntos débiles gracias a la ayuda del resto de sus compañeros. En los cursos de bachillerato, debido a la carga de trabajo que tienen, estos grupos cooperativos están formados únicamente por dos miembros, y las tareas o actividades realizadas bajo este sistema se reducen. 

Dentro de los grupos cooperativos, cada alumno desempeña una función, sobre la que van girando conforme avanzan las semanas. En mi centro, uno de los componentes es el coordinador; este establece los turnos de palabra, anima al equipo o comprueba que todos realicen la función que se les ha asignado previamente. El segundo es el supervisor, que controla el nivel del ruido o del tono de sus voces mientras trabajan, revisa los deberes de sus compañeros para comprobar que las llevan diariamente, recuerda que compromisos individuales tiene que cumplir cada uno o está pendiente del tiempo que les queda en realizar las actividades. Otro miembro es el portavoz; este miembro presenta frente al resto de la clase los resultados de las tareas, se comunica con el profesor o con otros grupos, responde a las preguntas que se le hacen al grupo, siempre tras ser consensuadas, y pregunta dudas comunes. Por último, el encargado del orden, que supervisa el orden y la limpieza de los trabajos, revisa que cada uno tenga el material necesario para trabajar en una clase o los que tienen que preparar para la siguiente y custodia los documentos y trabajos del grupo para que no se extravíen. Gracias a esta asignación de roles, siempre intercambiable cada pocas semanas, cada alumno se enfrenta a un papel en el que se encuentra totalmente cómodo, según su personalidad, pero también tiene que hacerle frente a aquellas situaciones en las que preferiría pasar desapercibido. De este modo, se acostumbran a situaciones en las que fácilmente pueden sentirse incómodos, como hablar en público, pero que les serán habituales y útiles cuando sean adultos.

En mi primer día, hicieron un examen entre todos, de manera cooperativa. A simple vista, no parecía que estuvieran haciendo un examen, ya que hablaban entre ellos, ya que dista muchísimo del modelo de examen tradicional en el que los alumnos se sientan en fila de uno sin hablar entre ellos; pero ahí reside uno de los logros de este modelo, los alumnos se comunican entre ellos. Resultó bastante interesante ver cómo cada uno ofrecía su punto de vista, su opinión; algunas veces estaban de acuerdo, en unas ocasiones resultaba más difícil llegar a un consenso y en otras demostraban sus capacidades de autocrítica y autoevaluación, con ellos y con sus compañeros. A pesar de todo, lo mejor fue ver cómo cada uno respondía fielmente al papel que tenían dentro de la situación. En otra clase, la profesora entregó los exámenes corregidos, con una nota común para todos los componentes, y todos celebraron, o se lamentaron, de la calificación obtenida. Para nosotros, ya adultos, ese momento puede pasar desapercibido, pero su importancia radica en que, si desde pequeños aprenden a trabajar juntos, juntos de verdad, aprenden a contar con el compañero de al lado, en todos los ámbitos de la vida.

Estudiantes trabajando de manera cooperativa
Sin embargo, este sistema también levanta dudas; ¿resulta siempre eficaz y necesario el aprendizaje cooperativo?, ¿hay padres, más conservadores, reticentes a que sus hijos aprendan de manera distinta a la que fueron ellos educados? El aprendizaje cooperativo será fundamental siempre y cuando no se fuerce a que lo sea; es decir, necesita que las actividades o tareas que los estudiantes realizan puedan hacerse de esta manera. Por ejemplo, un alumno no podrá estudiar la teoría de un examen de historia de manera cooperativa, ni se debe pretender que pueda hacerlo. La clave de este sistema consiste en saber en qué situaciones se puede llevar a cabo este método tan innovador y en qué otras se debe dejar que los alumnos aprendan de una manera más tradicional. Respecto a los padres, siempre habrá personas reticentes a cualquier medida innovadora, y más aún si influye en la educación de sus hijos. Lo importante en estas situaciones sería saber hacerles ver, a aquellos contrarios a este sistema, que este método persigue lo mejor para sus hijos, que los educadores saben qué se persigue y qué se consigue a través de él.

El aprendizaje cooperativo no sólo resulta eficaz dentro del aula, sino que en el año 2018, en un mundo globalizado y multicultural, las personas tienen, y deben, aprender a ser educados en cooperación; ya que cuando sean adultos demostrarán de qué manera han crecido; si considerándose, o necesitando, ser mejores que le resto y destacar, o desarrollando competencias que hagan de ellos personas solidarias y generosas con las que trabajar en cualquier ambiente sea  un placer.

El sistema educativo como generador del primer ambiente en el que niños y niñas comienzan a socializarse y conocer a otras personas fuera del círculo familiar, algunos parecidos a ellos y otros procedentes de distintas culturas, no solo debe conseguir que los estudiantes desarrollen comportamientos sociales entre ellos, ya que ello lo conseguirán tarde o temprano, en el colegio o en sus barrios, sino que debe conseguir que aprendan a cooperar eficazmente los unos con los otros, por lo que es imperativo que todos los centros comiencen a organizar de forma cooperativa los centros escolares y, dentro de ellos, sus aulas.

Bibliografía consultada:




6 comentarios:

  1. Yo le veo una gran importancia a aprender a trabajar en grupo. Los que llevamos ya unos años en el mundo laboral sabemos que, en general, el día a día de los trabajos es negociar y aportar junto a otros y otras. Otros y otras que tú no has elegido que ha elegido la empresa. Es decir que no tienes a un grupo de "amigos" a tu disposición sino a un grupo aleatorio de personas con las que quieras o no tienes que conseguir los mejores resultados posibles. En todo lo que nos cuentas Alex, que me parece muy interesante y muy bien redactado (felicidades) echo algo en falta como se trabajan las emociones. Gran parte de trabajar con otros implica una gestión fuerte de las emociones y de las habilidades sociales. No es solo el ser eficaz, repartir roles y demás, sino cómo gestionas la frustración si no sale la propuesta que haces, qué pasa si un día estás más enfadado o más triste, qué pasa si te mueres por insultar al de enfrente... Creo que elevar un punto más allá este trabajo implicaría además trabajar con las emociones.

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    1. César, muchas gracias por tu comentario.
      Creo que, por lo que dices de las emociones, los adultos tenemos muchos más prejuicios que los estudiantes de secundaria. Cuando tenemos que trabajar en grupo, la mayoría de las veces nos preocupa los miembros, si nos caerán bien o mal, más que el trabajo en sí. Por lo que he visto, de momento, los jóvenes no llevan esa carga; aunque eso no implica que no tengan compañeros con los que no se lleven bien, sino que no les parece tan importante como podría parecernos a nosotros; de hecho, he visto como un niño se burlaba con otro compañero de un miembro de su grupo, que es disléxico. Por suerte, todavía se está a tiempo de hacerle ver que ese prejuicio no solamente es incorrecto, sino discriminador. A pesar de ello, las emociones es algo, bajo mi punto de vista, que pueden ir desarrollando, y evolucionando, conforme aprenden a trabajar juntos.

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    2. Lamentablemente viendo a mis niños de 3 y 5 años, cada día creo que cuanto antes se empiece con la gestiones de las emociones mejor. En un mundo cada día más lleno de ansiedad, estrés, presión por objetivos, esto es algo, que desde mi punto de vista no se puede llevar a mañana. El trabajo que yo veo ahora no es el trabajo en equipo del que hablan los manuales sino la gestión de las habilidades sociales, y todas están relacionadas con las emociones. Mucho ánimo con ello y veremos como se nos da.

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  3. Aprender a trabajar en grupo es algo fundamental, sin duda. Es necesario trabajar de forma conjunta y participativa para poder crear un mundo mejor. Me da miedo pensar en el enfoque individualista, competitivo, en el que se fomentan inevitablemente los celos, las envidias, y en los que en el fondo lo que se valora es ser el mejor, cuando serlo no es garantía de éxito, me lleva a pensar en el modelo americano y me imagino un mundo gobernado por gente como Trump... Quizá es porque seguimos valorando más los resultados que el trabajo que se lleva a cabo para alcanza nuestros objetivos. Sin embargo no estoy completamente de acuerdo con César, pues creo que, aunque el trabajo no se centre explicitamente en las emociones, inevitable y colateralmente el aprendizaje colaborativo lleva consigo el desarrollo de valores como la empatía, que permite fácilmente ponerse en el papel del otro, compartiendo las mismas vivencias y emociones, y además trabaja por dejar de lado sentimientos tan negativos como la envidia. Espero que poco a poco veamos cada vez más aulas como la tuya, Álex!

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Esther.
      Totalmente de acuerdo contigo. Hoy se nota, y especialmente en Madrid, cómo estamos programados a trabajar frente a un ordenador de manera solitaria y autónoma; especialmente en algunas profesiones. Eso conlleva que nos individualicemos muchísimo más, continuando con un sistema que nos separa. Además del problema que puede suponer el enfoque del mundo laboral, que sería ya otro tema, si desde pequeños aprendemos a cooperar y tener en cuenta al resto, tal vez no seamos autómatas cuando crezcamos.

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